Fuente: Keyland SdG
Pablo Martínez Padín
Director Comercial
En los últimos tiempos se oye hablar mucho acerca de la robótica colaborativa. Nadie es ajeno a la enorme penetración que está teniendo en el mundo industrial.
Hace unos años era una tecnología apenas conocida y la cantidad de restricciones de seguridad que existían y su desconocimiento hacía que muchas empresas se planteasen seriamente no acometer proyectos de esta tecnología. Hoy en día todo esto se ha superado y los cobots son una realidad dentro del mundo de soluciones industrial para la automatización y mejora de procesos.
Tradicionalmente los robots colaborativos se caracterizaban por dos parámetros muy definidos: manipular poco peso y tener poco alcance.
En los orígenes así fue. El primer gran conocido fue el UR3 de Universal Robots. Se trataba de un cobot que manejaba un peso máximo de 3 kg y con un alcance de unos 500 milímetros. Lógicamente estas características limitaban mucho su uso y aplicaciones.
Poco a poco tanto el peso suspendido como el alcance han ido incrementándose en los últimos años, llegando en la actualidad a disponer de cobots de hasta 30 kg de peso suspendido y casi 2 metros de alcance. Evidentemente el trabajar con estos pesos también ha implicado ciertos cambios en las políticas de seguridad.
Antaño los cobots apenas llevaban sistemas de seguridad adicional, pero hoy en día, al trabajar con esos pesos y alcances, son muy voluminosos y esto hace que puedan causar algún tipo de daño. Por ello se recurre a mayores medidas de protección que generalmente suelen ser escáneres de seguridad.
Estos escáneres permiten que el robot trabaje rápido mientras no haya personas cerca. Pero cuando detectan que un operario entra en lo que se denomina zona de influencia, el cobot baja su velocidad hasta alcanzar lo que se denomina velocidad colaborativa con la que, aunque haya colisión, nunca va a producir daño alguno.
La constante evolución en la robótica colaborativa ha hecho que los principales fabricantes de robótica tradicional (ABB, KUKA, FANUC, etc.) hayan apostado también por este tipo de tecnología, y en su catálogo de productos ya todos disponen de numerosos tipos de robots colaborativos.
Cabe pensar que, si al final resulta que tenemos que añadir a un robot colaborativo medidas de protección adicional, por qué no utilizar uno tradicional.
Pues la razón es sencilla. Una de las principales ventajas de un cobot es su facilidad de programación. En la mayoría de los casos se trata simplemente de coger la cabeza del cobot con nuestras manos, realizar la trayectoria que queramos y grabarla para que se pueda hacer de manera repetitiva. Esto es una enorme ventaja respecto a la robótica tradicional en la que cada fabricante dispone de sus lenguajes de programación que no suelen ser intuitivos y requieren de personas con conocimientos al respecto.
Otra razón es la movilidad del equipo. En un robot tradicional se requiere que la base del robot (peana) esté espitada en una posición que es inamovible. Sin embargo, las soluciones con cobots permiten montar toda la infraestructura sobre una base autoportante que se puede cambiar de posición, lo que permite que se pueda atender a varias líneas, lógicamente en distintos tiempos.
Por todas estas razones, la robótica colaborativa se ha desarrollado mucho en los últimos años y se espera que siga creciendo. Concretamente en cifras, en 2018 la inversión de las empresas en robótica colaborativa era de unos 770 millones de euros. la previsión para 2025 es de 12.300 millones de euros.
Además, ha habido una enorme evolución en las aplicaciones de la robótica colaborativa. Al principio se basaban mucho en soluciones de pick & place, es decir, coger un producto y colocarlo en otro sitio. La mayoría de los usos giraban en torno este tipo de soluciones.
Hoy en día, los cobots se utilizan en aplicaciones que cabría pensar tienen poco de colaborativas como es el caso de la soldadura. Pero precisamente la facilidad en la programación de las trayectorias de manera manual hace que sean muy atractivos para empresas que no disponen de personal con una enorme cualificación.
En resumen, la robótica colaborativa ha venido para quedarse y cada vez más notaremos la presencia de este tipo de robots incluso en nuestra vida cotidiana (robots de limpieza, en hostelería, etc.).